Cuando estaba en la preparatoria, mi generación era considerada como la de "los borrachos". Y eso era bastante decir, si tomamos en cuenta que en la escuela que asistía era famosa por sus grandes bebedores de alcohol. Mis compañeros tenían la "buena" costumbre de ingerir alcohol en casas, casi nunca lo hacían en lugares públicos u otros lados, pero también acostumbraban (cuando las circunsatancias lo permitían) emborracharse antes del mediodía. En una de las raras ocasiones en que se les ocurrió salir (yo iba en el grupo de ebrios, pero ya casi todos saben que soy abstemio), fue a desayunar al Californias de la Zona Azul, como a las 12 de día, hora en que la mayoría de las amas de casa sin ocupación iban a chismear. Por el estado de la mayoría de mis amigos, la mesa se hizo ruidosa y pronto llegó a ser incómodo para los demás clientes el ver a unos 15 pubertos borrachos haciendo desmanes y mucho ruido en un restaurante "familiar". El gerente del California
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