México – Bogotá – Medellín – Jardín – Guatapé – Cartagena
Medellín.
La capital de Antioquia es realmente hermosa. Es una ciudad de casi 4 millones de habitantes que viven tranquilos, relajados y satisfechos; y eso es lo que se respira en el ambiente. La gente se ve que disfruta de la vida de una manera pausada y sin prisas. Me dejó una muy grata impresión el trato de la gente y voy a describir algunos detalles que se me hicieron curiosos y que creo que si algo deberíamos copiar de los “paisas” (como se les dice a los de Medellín) es lo siguiente:
2) Nos subimos al metro, que es mucho más espacioso
que el de México, pero también menos atascado de gente. Estábamos llegando a
una estación y se desocuparon tres lugares y nos sentamos juntos y en el de la
orilla, el que estaba junto a la puerta, se sentó un señor. Al llegar a la
estación entró una señora con un bebé en brazos y tras ella un policía que
amablemente le pidió al señor que le cediera su lugar a la señora e
inmediatamente se paró y se lo dejó. El policía se bajó y el viaje prosiguió
sin más. Se me hizo curioso la forma de atención del policía que se preocupó
por la señora hasta el grado de meterse al vagón para procurarle un asiento.
La ciudad de Medellín la puedo identificar con dos colores:
el verde que le da la cantidad de árboles y vegetación, así como el color
ladrillo, ya que prácticamente el 80% de las construcciones es con ladrillo
como acabado y para las fachadas. Sean edificios de departamentos, oficinas o
casas particulares, todo es con acabado de ladrillo y a veces con algún color
“tierra” que combine en las partes lisas. Incluso es curioso ver desde lo alto
todo color ladrillo y luego una casa pintada de azul o amarillo que desentona.
Al estar la ciudad ubicada en una cañada,
prácticamente todo a los lados es cuesta arriba y las calles son muy sinuosas e
inclinadas. Esto provoca que solo unas cuantas avenidas y la zona del centro
tengan calles rectas, pero aún así no se hacen congestionamiento de autos tan
agudos como en México; salvo un par de horas en la tarde, el tránsito es
tranquilo.
También hay muy pocos autos y casi todos son
compactos, pero lo que abundan son taxis y muchas motonetas. Es exagerado el
uso de las motonetas como transporte particular y además son unos cafres,
aunque en general no tienen mucha cultura del peatón que nunca tiene la
preferencia. Pero por otro lado, son muy respetuosos de las señales de
tránsito, al grado de esperarse 3 o 4 semáforos para dar una vuelta y no
invadir otro carril para hacerlo más rápido.
Jardín
Sin embargo, la infraestructura carretera de Colombia
en general es mala, ya que por tanta montaña y cerros, prácticamente no cuentan
con autopistas y trayectos que en línea recta apenas son 100 o 200 km en
autobús se tardan hasta 6-7 horas en recorrerlo.
Justo fuimos a un pueblito al sur de Medellín que se
encuentra en línea recta a unos 100 km, pero el camión hace 3 horas para llegar
hasta allá y todo el camino es sinuoso de solo dos carriles (ida y vuelta) y
sin pintar siquiera la línea de en medio. De hecho el autobús ni siquiera era
un autobús de pasajeros como los que conocemos en México, sino una versión
corta y más maniobrable a la que le caben como 20 pasajeros nada más.
Llegamos a Jardín a media mañana justo en la plaza
principal que tenía muchos locales alrededor que atienden a sus clientes en
mesas al aire libre dentro de la plaza. El pueblo es muy pequeño, ya que solo
tiene unas 4-5 cuadras hacia los lados de la plaza. En uno de las mesas de un
local nos esperaba Don Jaime, el guía que nos llevaría a conocer la Cascada. Se
puso de acuerdo con su gente para que nos preparan dos caballos y una mula para
él.
Nos llevó en motorratón (una motoneta capaz de llevar
a 2 o 3 pasajeros en una cabina adaptada, estilo bici-taxi) hasta su rancho
donde emprendimos el recorrido a caballo de unos 3-4 km a través de cerros
verdes con una panorámica espectacular hasta llegar a otro rancho de alguno de
sus parientes donde emprenderíamos la caminata río abajo para llegar a la
cascada. Era la primera vez que me subía a un caballo y tuvo el mal tino de
irme en shorts, lo que provocó que las correas de la montura me rasparan todo
el muslo durante el trayecto.
Al llegar al rancho donde dejamos los caballos comimos
un fiambre, que consistía en un poco de carne asada, arroz, yuca, pepas, huevo
cocido y patacones, todo envuelto en hoja de plátano pero bien sabroso y sobre
todo, abundante. Ya comidos salimos río abajo por una vereda entre los árboles
donde nos tuvimos que ayudar con cuerdas para bajar. Recorrimos yo creo que
unos 500 metros más o menos y al fin llegamos a la cueva, de donde cae una
cascada muy bonita y si no es porque no traía traje de baño, me cae que me
hubiera metido a nadar en el laguito que se forma debajo de la cascada. Es
indescriptible la belleza natural que se encuentra ahí y que además tuvimos la
fortuna que con el sol que caía en cierta parte, se formaba un arcoiris a
nuestros pies.
Regresamos por los caballos hasta el rancho de donde
salimos y cuando dejó de llover regresamos a Jardín. Paseamos por Jardín y
llegamos a una vereda que de verdad era muy bonita, además de que recorrimos
nuevamente la plaza ya con más actividad que en la mañana y pudimos comer en un
restaurante muy acogedor.
Al día siguiente fuimos a pescar trucha a unos 5 km
arriba del pueblo donde crían a las truchas y las terminan echando a unos
estanques donde se pueden pescar fácilmente. Érika pescó dos truchas y yo una
en espacio de unos 40 minutos más o menos. Luego de pescarlas nos hicieron esas
mismas truchas para comer en el restaurante del lugar. Ahora sí que nada más
fresco. Después fuimos a “la garrufa” que es un teleférico muy rústico que
conecta el pueblo con otras viviendas, pero que da una vista espectacular del
mismo, ya que se encuentra en lo alto de las montañas. Jardín es un pueblo que
está considerado patrimonio de Colombia y lugar turístico y sí se ve mucha
gente de paseo, en especial ese fin de semana que era festivo.
Guatapé
Otro lugar considerado patrimonio es Guatapé que es
una zona cuyo paisaje ha sido moldeado por la represa de Guatapé. Al hacer la
represa en 1979 sepultaron un pueblo que se llama Peñol. Todas las personas que
vivían ahí fueron indemnizadas y construídas nuevamente sus viviendas, casas y
hasta iglesia. En el lugar donde se ubicaba el pueblo se le conoce como Peñol
Viejo y desde el agua solo se ve una cruz que fue construida en el sitio donde
se ubicaba la iglesia.
Antes de llegar al pueblo de Guatapé se pasa por Peñol
(que en realidad no tiene mayor atractivo) y por la Piedra del Peñol que es un
monolito que se eleva por encima de todos cerros de alrededor y ofrece una
vista panorámica increíble del embalse. Para llegar a la cima uno debe de
recorrer mas o menos unos 800 m de una pendiente para llegar a la base de la
piedra y de ahí subir 740 escalones para llegar a la cima. La escalera trepa
por lo que yo supongo fue el desagüe natural de la roca cuando llovía y aunque
uno llega bufando hasta ahí, la vista lo compensa todo.
Al bajar fuimos ya, otra vez en motorratón a Guatapé
que es un pueblito muy pintoresco con casas de colores brillantes y que todos
tienen la particularidad que la parte de abajo están decoradas con cuadrados
con alguna imagen. Es decir, cada casa o comercio tiene su color normal y en la
parte de abajo, como si fuera el escudo de esa casa, cuadrados de otro color
enmarcadas con una figura (casa, animal, símbolo, etc.) alrededor de toda la
fachada. Se me hizo curioso y me imagino que los habitantes de ahí identifican
las casas por esa decoración más que por la calle y número (“el que vive en la
casa de los pelícanos” o “la tienda de los rombos”).
Ya estando en Guatapé tomamos una lancha para pasear
por el embalse y llegar al museo del Peñol Viejo que se ubica en la única casa
que sobrevivió a la inundación del embalse y por eso lo hicieron museo con la
historia del pueblo y objetos rescatados del mismo. Lo que se me hizo muy
curioso es que en la casa-museo hay un estanque que era donde se bañaban los
antiguos dueños y ahí es donde los turistas echan sus monedas y piden un deseo,
pero el guía nos explicó que cada cierto periodo recogen las monedas del
estanque y con el dinero que juntan compran juguetes a los niños necesitados;
así que, aunque no se les cumpla su sueño al echar la moneda, sí se cumple el
sueño de un niño con su juguete. Es la primera vez que me entero del uso que le
dan a las monedas que arroja uno al agua.
Cartagena de Indias
Dando un contraste muy grande con las otras visitas a
Jardín y Guatapé, Cartagena es una ciudad turística en el Caribe colombiano. Se
dice que ahí estuvo la fortaleza española más importante de Sudamérica y tiene
varios fuertes que lo demuestran. La ciudad está divida en tres partes, la
ciudad amurallada, la zona hotelera y el resto. En el resto, la ciudad no es
bonita, sino más bien como la parte de Acapulco que no da a la costera o a
Punta Diamante, pero las otras dos partes valen mucho la pena, además de las
islas al sur que son visitas obligadas.
Originalmente solo existía la ciudad amurallada que
tiene un perímetro de 11 km y el único acceso por tierra cuenta con el fuerte
de San Felipe de Barajas, que es el más grande de Sudamérica, además de que
contaba con una pequeña isla con el fuerte de San Sebastián de Pastelillo.
Dentro de la ciudad amurallada se encuentra un ciudad de mucho colorido, con
estructuras coloniales y pequeñas plazas donde se encuentra la Plaza de Santo
Domingo, el Palacio de la Inquisición, el parque Bolivar, la torre del Reloj y
la Iglesia de San Pedro Claver. Incluso en el centro de convenciones es donde
se realiza todos los años la Señorita Colombia que manda a Miss Universo.
La zona hotelera parte de la ciudad amurallada hacia
el sur como una península que delimita el acceso del mar conocido como Boca
Grande. La zona tiene, además de los principales hoteles, calles comerciales
que tienen todo tipo de artesanías y recuerditos pero especialmente los
vendedores son atosigantes; basta con que te
vean viendo la mercancía para que no te los quites de encima y con uno
que te quiera vender se acercan otros y otros. Y otro detalle molesto es que
para todo tocan el claxon y sin embargo, nadie hace caso. Los taxistas y carros
se paran donde sea obstruyendo el paso y luego, luego le tocan el claxon, pero
nunca logran que el otro se apure y sin embargo, esos mismo que tocan se paran
con la misma parsimonia; además de tocar el claxon a la gente que va caminando
para ofrecerle el servicio, pfff.
Desde la zona hotelera, tanto a mediodía como en la
tarde-noche se hacen recorridos en unos camiones folclóricos llamados “chivas”
al que le caben como 40 personas, donde el tour incluye guaro (aguardiente de
Colombia), refrescos, música en vivo (ballenato) y un “pasabolas” (botana)
consistente en una arepa de huevo. Dentro del recorrido te llevan a un zona de
la ciudad amurallada donde te subes justamente a la muralla cerca de la casa
del escritor Gabriel García Márquez. Aún cuando cada chiva tiene un recorrido
particular, todas las chivas (unas 17 según nos dijeron) se juntan ahí en la
muralla donde se juntan los músicos de todas las chivas para seguir la fiesta.
En la noche, el recorrido termina en una disco exclusivamente para los que se
subieron a las chivas.
Otra actividad que no puede faltar es la visita en
lancha a las islas del Rosario. Para ello la lancha no sale por boca grande, ya
que en su momento, los españoles para evitar la entrada de piratas, puso una
muralla submarina a lo largo de los 2 km que delimita lo que ahora es la zona
hotelera con la isla del Loro. Al sur de la isla del Loro se encuentra la isla
de Barú y cuyo acceso es boca chica donde sale todos los barco. A ambos lados
del acceso están dos fuertes, uno de ellos se llama San Fernando de Bocachica y
el otro no recuerdo cómo se llama, pero en su fuego cruzado los cañones de un
fuerte alcanzaban la cubierta y los mástiles y los del otro el casco de las
embarcaciones.
Pasando por ahí se toma mar abierto bordeando la isla
de Barú hasta llegar a las Islas del Rosario donde una de las más importantes
es la Isla Grande que tiene pequeñas bahías donde cada empresa que ofrece el
recorrido tiene una playa exclusiva para sus clientes. Desde ahí se ofrecen los
servicios de nadar en mar abierto de poca profundidad, snorkel, buceo y paseos
en kayak, además de una visita al acuario que está en otra isla. Varias de esas
islas son controladas por el gobierno debido al deterioro que presentaban y en
ellas no se puede construir infraestructura hotelera.
Lo que es una lástima es que, tanto en la zona
hotelera de Cartagena, como en la Isla Grande, la playa es fea. En Cartagena es
muy sucia (así como Acapulco en semana santa) y ser una bahía de poca
profundidad la arena enturbia el agua y se ve muy obscura. En las islas del
Rosario el suelo de la playa tiene muchas piedras, corales y plantas y no se
puede caminar tranquilamente pero ahí sí el agua es cristalina. Al parecer en
Barú sí hay playas con arenas blancas como las típicas del Caribe pero requiere
otro paseo particular.
Obvio que nos tocó muuuuuucho calor los días que
estuvimos en Cartagena ya que estuvimos como 30°C – 35°C y sudábamos con apenas
caminar media cuadra.
Bogotá
Esta ciudad tiene 8 millones de habitantes y queda
pendiente en mi siguiente visita a Colombia, al igual que Santa Elena,
Bucaramanga y Cali.
Nigger
Comentarios
Gracias por tus comentarios y por valorar las cosas que para nosotros son tan comunes, como ayudar con los paquetes en el bus.
Mucha suerte en tu próxima visita y bienvenido siempre :)