Desde 1999
Hace 10 años, era un día soleado de sábado. Me encontraba muy temprano en las instalaciones de mi escuela, mi universidad. El edificio se ubica a solo unos metros del crucero entre Insurgentes (no Independencia como algunos provincianos le llaman) y Viaducto Miguel Alemán y justamente la escuela se ubicaba en la lateral de ésta última avenida en su sentido de oriente a poniente. Yo había llegado unas horas antes del mediodía y me había estacionado en la lateral del lado contrario.
Mis papás, hermanos, tíos, amigos y compañeros comenzaron a llegar hacia las 10:30 de la mañana al primer piso donde se ubicaba el salón principal de la escuela. El salón tenía una aforo de más o menos 100 personas y aquella mañana de sábado 22 de mayo de 1999 estaban todos presentes por mí. Aquella mañana, a las 11 estaría presentando mi examen profesional.
Meses antes, durante mi posgrado de Especialidad en Finanzas, tenía una materia impartida por el hermano del rector, quien nos alentó a presentar un trabajo de investigación financiera para presentarlo al IMEF (Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas). La idea de nuestro profesor era aparecer como coautor en cada uno de los trabajos que se presentarían. Eran cinco equipos de tres personas cada uno; en el mío estaban dos de mis compañeros de generación y yo.
Nos dijo que al finalizar el posgrado, el trabajo que hubiéramos presentado a la IMEF lo podríamos usar como tesina para nuestro examen profesional. Obviamente cada integrante del equipo tenía que darle un enfoque distinto a su trabajo para evitar que fueran iguales. Nos asignaron un tutor de tésis al que nunca visité más que un día antes de mi examen para darle una copia ya empastada de lo que sería mi examen profesional. Por supuesto tuve que conseguir los famosos nueve centenarios, tres por cada uno, de los sinodales que tendría el día de mi examen.
Llegó la hora en que tendría que presentar mi examen. Era el segundo en mi generación (de cinco) que se convertiría en Actuario titulado. El primero fue mi amigo Gabriel Ocón, quien se me adelantó una semana en presentar su examen y mi otra compañera de trabajo de tesina era Sandra Reyes, quien presentaría su examen una semana después, si mal no recuerdo.
Como en mi universidad no existe la opción de examen profesional a puerta cerrada, tome el asunto de la manera inversa e invité a todos los que conocía en ese entonces. Aunque faltaron algunos, pero en resumen, creo que fueron como unas ochenta personas y de entre ellas, mi jefe de donde trabajaba en ese entonces, una consultoría actuarial llamada Contacto Actuarial. De mis sinodales, solo uno era Actuario, otro era Administrador de Empresas, quien fungía como el presidente de los sinodales y el profesor hermano del rector que era un Contador Público. Mi trabajo de tesina fue:
"El Efecto Dragón en la Industria Automotriz"
Guuuuuaaaaaauuuu... fue lo que pensaron algunos al ver el título de mi trabajo, pero la realidad es que solo lo había hecho para pasar la materia y ahora solo le había añadido algunas gráficas más para presentarla en mi tesina y examen profesional.
En la mesa que me correspondía había la clásica jarrita con agua y un vaso. Yo había pedido permiso para cambiar el agua por una refrescante Coca-Cola que procedí a servir en la jarra y prepararme para mi examen. Pensé que estaría más nervioso, pero llegada la hora estaba en completa calma.
Mi examen comenzó con una breve exposición de mi trabajo que había preparado en una presentación de PowerPoint y fue lo más interesante del examen. El salón estaba abarrotado; ya que, además de todos los que había invitado, el presidente de los sinodales tenía la costumbre de invitar a todos sus alumnos de su clase de Seminario de Tesis a los exámenes profesionales de otros (de hecho yo tuve que asistir como a tres exámenes profesionales de abogados mientras tomaba esa clase).
Pasada la presentación vinieron las sesiones de preguntas y respuestas. Primero fue el Actuario que me hizo un par de preguntas muuuuuuy sencillas y que no tardé en contestar. Después le tocó el turno al hermano del rector y también me hizo un par de preguntas sin chiste. Lo bueno se suponía que venía del presidente de los sinodales.
Este profesor, además de ser estricto en su clase de Seminario de Tesis, tenía fama de destrozar los argumentos de todos los alumnos que le tocaban en su examen profesional, y casi siempre era el presidente de sinodales. Durante su clase, yo, que en ese entonces era bastante engreído, prácticamente lo había retado a que conmigo no tendría chance de rebatir mis contundentes argumentos (a pesar de que mi tesina estaba basada en conjeturas iverosímiles). Llegó el turno del sinodal y para sorpresa mía, me hizo varias preguntas que eran muy simples para lo que yo esperaba.
Le di respuestas bastante contundentes y completas para evitar caer en lo que yo esperaba sería una especie de trampa para hacerme decir contradicciones, pero no llegaron esas preguntas. Se dijo satisfecho con las respuestas y en ese momento yo decía para mí: Nigger 1 - Profesor 0, pero en realidad no sabía que me tenía preparada una jugarreta psicológica que me haría tartamudear.
Cuando había terminado sus preguntas, dijo que en lo que concernía a él, todo estaba claro que estaba calificado para poder ejercer la carrera de Actuaría de manera profesional, que le daba mucho gusto que la escuela me hubiera preparado de manera adecuada y que solo le quedaba una pregunta por hacerme: que definiera en mis propias palabras ¿quién es David Balcázar y cómo te ves en 5 años?
Yo, todavía seguro de mí mismo pregunté; ¿en qué ámbito? Esperaba que me especificara que sobre el aspecto profesional, para poder dar una detallada explicación de mi futuro profesional, pero entonces me reviró con un en todos.
Toda la seguridad que tuve durante los cuarenta minutos que llevaba desde que inició el examen hasta ese momento se vino abajo y comencé a balbucear, sudar y tratar de pensar una respuesta, que no llegó rápido. El profesor parecía satisfecho de haber ganado la batalla, pero realmente sin comprometer el resultado del examen. Por más que no supiera definirme a mí mismo, no me descalificaba como Actuario. Algunos se acordarán más de qué fregados contesté, porque yo no recuerdo cómo terminó aquel asunto hasta que dijeron que salieramos todos para que pudieran deliverar. Entonces pude respirar un momento.
Me puse realmente nervioso cuando nos llamaron otra vez, y comenzaron a leer el veredicto. Finalmente me dijeron que estaba calificado para ejercer la Actuaria y procedieron a leer la toma de juramento como profesional y a entregarme mi constancia de que había sido aprobado. Pocos momentos en mi vida han sido tan trasendentes para mí como aquel día. El día en que me convertí en Actuario con Especialidad en Finanzas, como está en mi título. Me dio orgullo especialmente ante mi jefe de aquel entonces y mis compañeros de trabajo, que ninguno era actuario y ni siquiera titulado en sus respectivas carreras.
Mis mejores amigos, el Kali, Tonator, Scooby y Choroloco estaban ese día, así como mis exsocios y excompañeros del despacho de diseño: Mateo, Oscar, Pedro y Pepe. Mis hermanos Carlos, Mario y Gabriel y todos mis demás familiares, tíos, primos, y especialmente mis padres que seguramente fueron los más orgullosos ese día. Era apenas el segundo de sus hijos que se titulaba.
Después del examen celebramos en mi casa con una comida que ya no recuerdo qué fue, pero prácticamente todos los que estuvieron en el examen fueron a la comida, excepto mis compañeros de trabajo y de la escuela.
A pesar de que hoy es un día nostálgico por haber cumplido 10 años como Actuario, sigo sin extrañar mis días de estudiante universitario. Me han tentado en más de una ocasión a estudiar una maestría, específicamente un MBA, pero la verdad es que no tengo ni tantitas ganas de volverme otra vez estudiante. Ésta será entonces mi máximo logro en cuanto a estudios se refiere.
Nigger
Mis papás, hermanos, tíos, amigos y compañeros comenzaron a llegar hacia las 10:30 de la mañana al primer piso donde se ubicaba el salón principal de la escuela. El salón tenía una aforo de más o menos 100 personas y aquella mañana de sábado 22 de mayo de 1999 estaban todos presentes por mí. Aquella mañana, a las 11 estaría presentando mi examen profesional.
Meses antes, durante mi posgrado de Especialidad en Finanzas, tenía una materia impartida por el hermano del rector, quien nos alentó a presentar un trabajo de investigación financiera para presentarlo al IMEF (Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas). La idea de nuestro profesor era aparecer como coautor en cada uno de los trabajos que se presentarían. Eran cinco equipos de tres personas cada uno; en el mío estaban dos de mis compañeros de generación y yo.
Nos dijo que al finalizar el posgrado, el trabajo que hubiéramos presentado a la IMEF lo podríamos usar como tesina para nuestro examen profesional. Obviamente cada integrante del equipo tenía que darle un enfoque distinto a su trabajo para evitar que fueran iguales. Nos asignaron un tutor de tésis al que nunca visité más que un día antes de mi examen para darle una copia ya empastada de lo que sería mi examen profesional. Por supuesto tuve que conseguir los famosos nueve centenarios, tres por cada uno, de los sinodales que tendría el día de mi examen.
Llegó la hora en que tendría que presentar mi examen. Era el segundo en mi generación (de cinco) que se convertiría en Actuario titulado. El primero fue mi amigo Gabriel Ocón, quien se me adelantó una semana en presentar su examen y mi otra compañera de trabajo de tesina era Sandra Reyes, quien presentaría su examen una semana después, si mal no recuerdo.
Como en mi universidad no existe la opción de examen profesional a puerta cerrada, tome el asunto de la manera inversa e invité a todos los que conocía en ese entonces. Aunque faltaron algunos, pero en resumen, creo que fueron como unas ochenta personas y de entre ellas, mi jefe de donde trabajaba en ese entonces, una consultoría actuarial llamada Contacto Actuarial. De mis sinodales, solo uno era Actuario, otro era Administrador de Empresas, quien fungía como el presidente de los sinodales y el profesor hermano del rector que era un Contador Público. Mi trabajo de tesina fue:
"El Efecto Dragón en la Industria Automotriz"
Guuuuuaaaaaauuuu... fue lo que pensaron algunos al ver el título de mi trabajo, pero la realidad es que solo lo había hecho para pasar la materia y ahora solo le había añadido algunas gráficas más para presentarla en mi tesina y examen profesional.
En la mesa que me correspondía había la clásica jarrita con agua y un vaso. Yo había pedido permiso para cambiar el agua por una refrescante Coca-Cola que procedí a servir en la jarra y prepararme para mi examen. Pensé que estaría más nervioso, pero llegada la hora estaba en completa calma.
Mi examen comenzó con una breve exposición de mi trabajo que había preparado en una presentación de PowerPoint y fue lo más interesante del examen. El salón estaba abarrotado; ya que, además de todos los que había invitado, el presidente de los sinodales tenía la costumbre de invitar a todos sus alumnos de su clase de Seminario de Tesis a los exámenes profesionales de otros (de hecho yo tuve que asistir como a tres exámenes profesionales de abogados mientras tomaba esa clase).
Pasada la presentación vinieron las sesiones de preguntas y respuestas. Primero fue el Actuario que me hizo un par de preguntas muuuuuuy sencillas y que no tardé en contestar. Después le tocó el turno al hermano del rector y también me hizo un par de preguntas sin chiste. Lo bueno se suponía que venía del presidente de los sinodales.
Este profesor, además de ser estricto en su clase de Seminario de Tesis, tenía fama de destrozar los argumentos de todos los alumnos que le tocaban en su examen profesional, y casi siempre era el presidente de sinodales. Durante su clase, yo, que en ese entonces era bastante engreído, prácticamente lo había retado a que conmigo no tendría chance de rebatir mis contundentes argumentos (a pesar de que mi tesina estaba basada en conjeturas iverosímiles). Llegó el turno del sinodal y para sorpresa mía, me hizo varias preguntas que eran muy simples para lo que yo esperaba.
Le di respuestas bastante contundentes y completas para evitar caer en lo que yo esperaba sería una especie de trampa para hacerme decir contradicciones, pero no llegaron esas preguntas. Se dijo satisfecho con las respuestas y en ese momento yo decía para mí: Nigger 1 - Profesor 0, pero en realidad no sabía que me tenía preparada una jugarreta psicológica que me haría tartamudear.
Cuando había terminado sus preguntas, dijo que en lo que concernía a él, todo estaba claro que estaba calificado para poder ejercer la carrera de Actuaría de manera profesional, que le daba mucho gusto que la escuela me hubiera preparado de manera adecuada y que solo le quedaba una pregunta por hacerme: que definiera en mis propias palabras ¿quién es David Balcázar y cómo te ves en 5 años?
Yo, todavía seguro de mí mismo pregunté; ¿en qué ámbito? Esperaba que me especificara que sobre el aspecto profesional, para poder dar una detallada explicación de mi futuro profesional, pero entonces me reviró con un en todos.
Toda la seguridad que tuve durante los cuarenta minutos que llevaba desde que inició el examen hasta ese momento se vino abajo y comencé a balbucear, sudar y tratar de pensar una respuesta, que no llegó rápido. El profesor parecía satisfecho de haber ganado la batalla, pero realmente sin comprometer el resultado del examen. Por más que no supiera definirme a mí mismo, no me descalificaba como Actuario. Algunos se acordarán más de qué fregados contesté, porque yo no recuerdo cómo terminó aquel asunto hasta que dijeron que salieramos todos para que pudieran deliverar. Entonces pude respirar un momento.
Me puse realmente nervioso cuando nos llamaron otra vez, y comenzaron a leer el veredicto. Finalmente me dijeron que estaba calificado para ejercer la Actuaria y procedieron a leer la toma de juramento como profesional y a entregarme mi constancia de que había sido aprobado. Pocos momentos en mi vida han sido tan trasendentes para mí como aquel día. El día en que me convertí en Actuario con Especialidad en Finanzas, como está en mi título. Me dio orgullo especialmente ante mi jefe de aquel entonces y mis compañeros de trabajo, que ninguno era actuario y ni siquiera titulado en sus respectivas carreras.
Mis mejores amigos, el Kali, Tonator, Scooby y Choroloco estaban ese día, así como mis exsocios y excompañeros del despacho de diseño: Mateo, Oscar, Pedro y Pepe. Mis hermanos Carlos, Mario y Gabriel y todos mis demás familiares, tíos, primos, y especialmente mis padres que seguramente fueron los más orgullosos ese día. Era apenas el segundo de sus hijos que se titulaba.
Después del examen celebramos en mi casa con una comida que ya no recuerdo qué fue, pero prácticamente todos los que estuvieron en el examen fueron a la comida, excepto mis compañeros de trabajo y de la escuela.
A pesar de que hoy es un día nostálgico por haber cumplido 10 años como Actuario, sigo sin extrañar mis días de estudiante universitario. Me han tentado en más de una ocasión a estudiar una maestría, específicamente un MBA, pero la verdad es que no tengo ni tantitas ganas de volverme otra vez estudiante. Ésta será entonces mi máximo logro en cuanto a estudios se refiere.
Nigger
Comentarios
Creo que no te cae el veinte de la importancia de saber eso, precisamente, para dónde vas cuando estás por salir de la carrera. En ese momento yo no tenía ni idea de dónde estaría... y si regresara el tiempo y me viera donde estoy ahora, seguro me sorprendería por tanto "twist", jeje.
Saludines, Arthur!
Me acuerdo muy bien de ese día...de tus balbuceos cuando te hicieron la mentada pregunta jajaja!
También me acuerdo que el Tony casi se embarra con un trailer en la glorieta de Insurgentes camino a tu casa (pa variar)....nuevamente madres!!!!!!! ya paso una decada!!!!